jueves, 21 de octubre de 2010

El soldado

Había servido en las guerras más importantes de su país, había sobrevivido a más de mil batallas, aún podía recordar, con toda perfección, el tacto del frío metal contra su piel, la curva del gatillo... y todo lo que venía después. Lo que venía después... algo imposible de olvidar, de eso estaba seguro.
Por eso, resultaba cómico que un hombre como él fuera incapaz de relacionarse con las personas de forma natural, alguien capaz de hacer volar por los aires a todo un pelotón enemigo era incapaz de mantener una conversación normal con cualquier desconocido, pero no solo eso, tampoco las relaciones con su familia se le daban demasiado bien.
Desde que falleció su padre apenas veía a su madre, ella no le comprendía, no entendía por qué hizo todo lo que TENÍA que hacer. Su padre en cambio era diferente, siempre se había sentido orgulloso de él, pero esos tiempos ya no volverían, su padre se había ido, al igual que sus batallas, ahora formaba parte del pasado. Así es la vida.
La cosa empeoraba bastante cuando se trataba de relacionarse con una mujer. Brian llevaba más de dos años trabajando en la misma oficina de correos, tan sólo tenía que dar los buenos días, hacer un par de preguntas y entregar cartas, algo que se le antojaba cuesta arriba cuando la persona que tenía enfrente era alguien como Janet, y su pelo rizado del color del fuego.
Primero fue una mirada, después un tartamudeo, más tarde un ligero roce de manos y... no podía creerlo. ¿Le estaba pidiendo una cita?, ¿a él?. Bueno, tenía que reconocer que se conservaba bastante bien, no había abandonado el ejercicio desde sus tiempos como soldado y notaba que muchas mujeres se le quedaban mirando... pero él nunca había tenido ninguna cita, ni nada parecido, porque... bueno, se podría decir que las mujeres le daban "un poco" de miedo. El caso es que su boca dijo sí mientras su mente gritaba NO.

Ocho de la tarde del sábado y allí está él, en la puerta de Janet como un caballero dispuesto a llevarla a cenar al mejor restaurante de la ciudad. Había estado estudiando montones de películas de amor "made in Hollywood" y llegó a la conclusión de que así es como suele hacerse, ¿no?.
No hablan demasiado durante el trayecto lo que hace que vaya poniéndose más y más nervioso. Nada más llegar y una vez se les ha asignado una mesa se ponen a pedir casi sin levantar la vista de la carta, después de eso y cuando el camarero ya se ha retirado nota la mirada de la chica penetrándole, seguramente esté esperando lo mismo de él pero es imposible, no se siente capaz de mirarla a los ojos. Se disculpa para ir al servicio, OK, tiempo muerto, la cosa no va bien. Se mira al espejo mientras se dice a sí mismo que debe ser valiente, que debe actuar tal y como lo hacía cuando estaba en el frente. Lo más seguro es que él no llegara a darse cuenta, pero sus ojos cambiaron por completo en ese momento.
Da un giro de 360 grados, la velada transcurre de forma fluida, es encantador, hasta se atreve con algún chiste, casi no se reconoce, ¿qué le está pasando?. No importa, es maravilloso, es como si pudiera salir de su cuerpo y verse a sí mismo desde fuera, como si de una película se tratase, había perdido totalmente el control, era una sensación tan familiar...

Después de la cena la acompaña a su casa y pese al extraño estado en el que se encuentra una parte de él se siente aliviada de que todo haya acabado. Pero no es así, Janet quiere tomar "una última copa" y le invita a subir a su apartamento. ¡Maldita sea! Iba todo perfecto, ¿cómo arruinarlo ahora?. No le queda más remedio, acepta.
El lugar es pequeño pero muy acogedor, tiene el toque indiscutible de estar decorado por una mujer, en especial por una mujer como ella, eso lo pone aún más nervioso, no le gusta sentirse así, es en ese momento cuando se da cuenta de lo de que de verdad está sintiendo, lo que despierta dentro de su pecho cada vez que la mira... es odio, rabia, ira.
Que alguien tan insignificante para el mundo le esté haciendo sentirse así, no le parece nada justo. Va a TENER que hacer algo, sí, está seguro, no hay otra salida.
Recoge las copas de la mesa "la próxima la sirvo yo", y se pierde en la cocina. Tiene que ser rápido, ella le está esperando. Busca desesperadamente un cuchillo, pero no uno cualquiera, uno lo bastante afilado como para poder rajar su bonito cuello y dejar manar la sangre a juego con su pelo.
Comienza a imaginar cómo va a hacerlo, lo mejor sería un corte limpio, esperar hasta que se desangrase y marcharse de allí intentando dejar el menor número de huellas posible pero eso le parece demasiado aburrido. Hace tiempo que no se siente tan excitado, exactamente desde que estaba combatiendo. Desde que él y sus compañeros disparaban antes de preguntar, sin importarles realmente si se trataba de soldados enemigos o de simples civiles, sin hacer distinción por supuesto entre hombres, mujeres o niños. Y también todo lo que venía después... ¡Ya lo tenía! Un cuchillo de cocina como Dios manda, digno de las mejores películas de terror. Un arma así no debía desaprovecharse, no solo le cortaría el cuello sino que la abriría en dos hasta poder ver sus tripas colgando. O tal vez la cortaría en pedacitos para poder servirla de alimento para sus perros, estaba indeciso, en fin, ya lo pensaría luego ahora debía actuar.

Unas copas más tarde se siente preparado para llevarlo a cabo, no hay razón para esperar. Cada vez están más cerca, se podría decir que la noche ha sido todo un éxito, le clavará el cuchillo con el primer beso, ya no se siente capaz de aguantar mucho más, esa mujer tiene algo que le repugna y todavía no sabe el qué pero eso ya da igual, no durará mucho tiempo.
Llega el momento, se van acercando despacio, sus labios se tocan mientras Brian busca a tientas el cuchillo por su espalda, es justo en ese momento cuando siente algo frío clavándose en sus costillas, frío y firme como el cañón de un arma. Abre los ojos y puede verlo, es un revólver y está hundido en su cuerpo, puede verlo pero no puede creerlo, la mira, quiere preguntar por qué pero no le salen las palabras.
Janet comienza a apretar el gatillo y el soldado tiene miedo, de hecho, está muerto de miedo y unos segundos más tarde, tan solo está muerto.


"Make love,
not war."
Esther

lunes, 28 de junio de 2010

Infierno

Mi cuerpo está ardiendo, siento el fuego abrasador, no sólo físicamente, sino también en cada rincón de mi mente. Lo más extraño es que a la vez siento frío, mucho frío.
Abro los ojos pero no cambia nada, todo está completamente a oscuras, negro, nada.
Intento salir del agujero en el que parece que me encuentro y cuando por fín lo consigo echo un vistazo a mi alrededor. La imágen que se presenta ante mis ojos me deja sin respiración.

Un nuevo golpe de aire helado me estremece, ante mí, campos y campos interminables de personas, todas ardiendo igual que yo. No puedo evitar recordar una escena de la película Matrix, pero esto da mucho más miedo...
Es mucha gente, millones de personas sufriendo sin importar a donde mires. Me entra la risa, sí, empiezo a reirme, no puedo hacer otra cosa porque lágrimas ya no me quedan.
Asíque era cierto... un escalofrío recorre mi espalda mientras me pregunto:
¿Cómo de vacío estará el cielo?

Esther

domingo, 13 de junio de 2010

Dentro

Dentro del brillo de tus ojos, mi sueño,
dentro de tu pelo, de tu cara, de tu cuerpo.
Dentro de tu boca y tus labios, me encuentro,
dentro de tu pecho, siempre frío, mi miedo.

Miedo por sentir lo que nunca entiendo,
porque esto es así, me miras, te miento.
Porque siempre es tarde, yo loca, tú cuerdo,
porque aunque lo intente, y quiera, no puedo.

Y sé que puedo dedicarte mil sonrisas y mil versos,
puedo hacer que sientas calores en invierno,
puedo derretir tu corazón forjado en hielo,
puedo pero no, ahora no, me pierdo.

Pierdo por quedarme en esta orilla, este puerto,
pierdo al pasear junto a tí mirando al suelo,
pierdo al esperar, sin saber muy bien qué espero,
pierdo al callar y al escapar de mis recuerdos.

Sólo queda la esperanza de que vengas a mi encuentro.
Esther

sábado, 6 de marzo de 2010

¡Eureka!

Yo era un escritor fabuloso, o un magnífico escritor. Quizá solo era un buen escritor, pero el caso es que cuando me sentaba delante de la máquina no volvía a levantarme hasta que llevara al menos diez páginas escritas. ¡Y a la gente solía gustarle!
¿Que por qué hablo en pasado? Porque todo eso se acabó, un día sin más, de la noche a la mañana. Como se suele decir, un día cualquiera... me siento en mi escritorio como de costumbre, poso los dedos sobre las teclas de la máquina y... nada, simplemente nada. Un folio en blanco, un maldito folio en blanco pero eso no es lo peor de todo, no. Lo peor es mi mente, una mente en blanco.

Pero no pasa nada, no hay de qué preocuparse porque el otro día, comentándole esto a un amigo me dijo que no era para tanto, que tiene solución. Mientras mi ingenio decidía a donde mandarle me enseñó un anuncio en el periódico y entendí lo que quería decir. Ponía lo siguiente:

Detectives Weirmith, encontramos lo que otros no se atreven a buscar. Sin importar lo que haya perdido nos aseguramos de que lo recupere en menos de 48 horas.


Y al fin y al cabo eso es lo que yo necesitaba ¿no? Pues aquí estoy, esperando a que los detectives puedan atenderme, sentado frente a la puerta de su despacho, leyendo revistas (o haciendo como que me interesan) justo como la gente que me rodea y también espera su turno. En una sala cuadrada con la mesa de una secretaria, más interesada en limar sus uñas que en atender a la gente, a un lado. Nervioso, ¿a quién voy a engañar? ¡Claro que estoy nervioso! solo espero que no se rían de mi y sean capaces de ayudarme.

Se abre la puerta del despacho y todos los presentes en la sala miramos con expectación esperando algún tipo de "siguiente?" o cualquier cosa por el estilo, y ahora que lo pienso.. ¿Quién es el siguiente? ¿Quién ha llegado antes? no sabría decirlo. El caso es que no sale nadie del despacho, ni tampoco nadie se atreve a entrar.
-Te toca a ti, guapito.
La secretaria me señala con su lima y, para ser sincero, con una mueca de asco también. No era necesario, ya había notado el sarcasmo en su voz.
Bien, pues ya no hay marcha atrás. Entro al despacho.

Al entrar me encuentro con una atmósfera bastante cargada de humo, y un olor a puro casi insoportable, asique hasta ahí todo normal. Dos tipos bastante serios, vestidos con camisa, corbata, tirantes, gabardina y un sombrero de oficio me miran con cautela, como estudiándome. De arriba a abajo y de abajo a arriba. Vale, muy típico, eso me relaja a pesar de que dudo que sea esa su intención.

- Siéntese por favor señor...
- Crowley, me llamo Brandon Crowley
- Muy bien señor Crowley, somos los detectives Weirmith, ¿en qué podemos ayudarle?
- Pues verán.. es que he perdido algo muy, muy importante pero no sé si serán capaces de...
- Señor por favor, todos nuestros clientes han perdido algo importante y hasta ahora siempre hemos podido ayudarles, díganos de que se trata sin más rodeos.
- He perdido la inspiración.
...
Silencio, vale, eso me lo imaginaba. Ahora es cuando empiezan a reírse de mí y más tarde me mandan al psicólogo.

- ¿Alguna cosa más?
- Eem.. no, creo que con eso ya os he dado trabajo suficiente.
- ¿Pero qué dice? eso no es nada jajaja, se sorprendería de la cantidad de artistas, músicos o escritores que vienen buscando lo mismo.
- De hecho, yo soy escritor.
- Sí, tiene toda la pinta.
- ¿Perdone?
- Bien, si solo se trata de eso, podemos arreglarlo ahora mismo.
- ¿Tan rápido?
- Claro, dígame, ¿ha conocido a alguna chica en los últimos días?
- Bueno, conocer, conocer..
- ¿Alguien que haya llamado su atención más de lo normal? ¿Alguien a quien, con solo mirar, siente que pierde el aliento?
- Sí, ¡sí!... la verdad es que me ha pasado. Pero es una chica que no conozco, coincidimos en la misma cafetería, eso es todo.
- Bien, pues esa chica es la que le ha robado la inspiración, así de simple.

Así de simple, claro que sí, yo voy por la calle paseando a mi inspiración, aparece esa chica y me la roba. Caso resuelto.

- ¿Podría explicarse mejor? no entiendo nada.
- Es muy sencillo, esa chica ahora es su musa. Su inspiración está donde esté ella. Encuéntrela y volverá a sentirse inspirado, aunque solo se cruce con ella, aunque solo la vea de reojo. Se sentirá mucho más inspirado.
- Ahá...
- No le veo muy convencido, lo único que puede hacer es comprobarlo por usted mismo. Vaya a esa cafetería y cuando la vea lo comprenderá. Ah, y tenga en cuenta que es posible que no siempre sea la misma persona, puede tener varias musas. Pero ya se dará cuenta en su momento también.

- Está bien, espero que tengan razón, muchas gracias por todo.

No pago aun, no hasta que sepa si lo que me han dicho es cierto. Me parece increíble pero peores cosas se habrán visto ¿no?

Voy al local en cuestión y espero, más o menos es la misma hora que la otra vez así que si es una chica de costumbres, y espero que así sea, no tardará en aparecer.

Pasan unos minutos y efectivamente ahí está. La veo de lleno, la tengo justo enfrente de mí, puedo estudiar todos sus gestos… o todo su cuerpo… y espero a que pase algo. Pero no pasa nada. No siento nada fuera de lo normal, ¿tengo la cabeza más despierta? Parece que sí, pero igual solo es porque estoy esperando a que pase algo... que no pasa. ¿Y si me acerco a ella y se la pido? Oye, esto... perdona, ¿me podrías devolver mi inspiración? ¿Sí? Muy amable, gracias.

Me voy a casa, esto es una estupidez. ¿Cómo va a tener esa chica mi inspiración? El caso es que no puedo quitármela de la cabeza, ni toda esta historia. ¿Y qué solía hacer yo en estos casos? Ah sí, escribir.

Bueno pues aquí estoy, sentado frente a mi Olivetti, ordenando todos estos pensamientos en un papel. Aunque casi sin pensar en realidad... de hecho solo dejo que mis dedos vayan por libre y escriban lo que quieran. ¿Porque estoy escribiendo no? Vaya, casi se podría decir que estoy inspirado.


Esther

miércoles, 3 de febrero de 2010

Artista

Sally descansa sobre la cama del motel justo cuando le escucha llegar. Sólo eran unos faros más reflejados en el techo oscuro de la habitación pero un motor tan ruidoso tenía que ser el de la vieja furgoneta de Jack, no había duda.
Le ve entrar despacio, cerrando la puerta con cuidado, dejando su guitarra sobre un sillón viejo, y desvistiéndose lo más silenciosamente posible. A Sally se le escapa una risita.
- ¿Qué haces despierta a estas horas?
- No podía dormir, ya sabes.. - se señala el vientre. - Mareos, nauseas, patadas.. lo típico.
- No tenias que haber venido
- No empieces con eso
- En serio, no hacía falta..
- ¿Cómo ha ido el concierto?
- No cambies de tema..
- ¿Sabes en qué estaba pensando antes de que vinieras? Estaba pensando en el día que nos conocimos

Era uno de los peores días de mi vida, había tenido una movida muy grande en casa, mis padres no me entendían y yo no les entendía a ellos. Solo quería alejarme, salir de allí, no me importaba nada. Corrí y corrí sin saber a donde me llevaban mis pasos hasta que me di cuenta de que estaba pisando arena.
Tenía el mar enfrente, normalmente eso era lo que me ayudaba a serenarme y a aclararme las ideas, había llenado muchas tardes de soledad escuchando las olas del mar, pero no fue eso lo que me hizo detenerme aquel día. Era la mejor melodía que había escuchado jamás, o tal vez se trataba de la única que había logrado llegar hasta mi alma. Seguí el sonido de las notas de una guitarra con la mirada que me condujeron hasta ti, y entonces todo volvió a tener sentido.
Todas las tardes durante los dos meses siguientes de mi vida, las pasé en esa playa escuchándote tocar. Iba siempre a la misma hora, me sentaba siempre a la misma distancia, al principio solía limitarme a cerrar los ojos, dejándome llevar hasta que el sol se fundiera con el mar en calma del horizonte. Más tarde solo podía quedarme embobada mirándote a ti con tu guitarra en las manos. La forma en que se movían tus dedos, la expresión de tu cara, tu pelo enredándose en el viento.. todo tu ser me tenía hipnotizada.
Empecé a desear que te fijaras en mi, que supieras que estaba allí solo por ti, tan cerca.. que pudieras leer mis pensamientos.. Pero tú solo tenías ojos para tu música y supuse que nunca te fijarías en una niña boba, que no tenía nada mejor que hacer que pasar día tras día sentada en la arena.

Entonces ocurrió algo para lo que no estaba preparada, algo que cualquiera hubiera podido imaginar pero en lo que yo ni siquiera había pensado. La peor tarde de septiembre de mi vida, en una playa vacía. No estabas allí, no estaban tus canciones, ni tu guitarra, y me entró el pánico, intenté serenarme y estuve esperando durante horas con la esperanza de que aparecieras más tarde, pero no fue así.
Pasaron dos largas semanas que se me antojaron interminables, yo vagaba como un alma en pena, siempre a la misma hora, siempre en el mismo sitio que, pese a su belleza natural, ahora parecía estar muerto. Me puse a pensar en lo idiota que había sido y a arrepentirme de no haber tenido el valor de acercarme a ti. Te echaba tanto de menos.. y ni siquiera sabía tu nombre.

Fue una amiga la que me avisó, acababan de abrir un local nuevo, un sitio pequeño donde podías pasar una buena velada escuchando algo de música en vivo. Pensé que se trataría de alguna banda de jazz y estaba pensando ya que excusa ponerle para escaquearme cuando mis ojos se posaron en el cartel. Leí el que por aquel entonces yo no sabía que era tu nombre, a la guitarra, y sentí una corazonada.
Nos presentamos la noche del estreno, mi amiga iba acompañada de su novio, lo que me vino de perlas porque así nadie se daría cuenta si estaba un poco rara o fuera de la conversación. Estaba muy nerviosa y no sabía bien por qué.. hasta que te vi.
Por primera vez tus ojos no estaban posados sobre tu instrumento sino que miraban a las personas que había en el local, tu público. Formabas parte de un grupo aunque para mi era como si solo estuvieras tú. De repente me sentí tan pequeña, le pedí a mi amiga que nos sentáramos lo más lejos posible del escenario, no quería que me vieras, como si tuviera miedo de que descubrieras lo mucho que disfrutaba con tu música, o lo que sentía por tí. Nada lógico después de haber estado deseando volver a verte, lo sé.
Pasé la mayor parte de la noche en una burbuja, hasta que vi que en una de las pausas entre tema y tema te acercabas al micro, querías decir algo y yo por fin tendría la oportunidad de oir tu voz. Pero jamás hubiera imaginado que ese se convertiría en el momento más feliz de mi vida. Explicaste que la canción que estabais apunto de tocar la escribiste pensando en una chica que te encontraste un día en la playa, la viste tan triste que quisiste alegrarla de alguna manera y sin saber bien lo que hacías empezaste a tocar para ella. Todos los días acudías al mismo lugar, a la misma hora, para tocar para mi, me mirabas intentando que no se notara y acabaste igual de hechizado que yo.
No pudiste seguir acudiendo a la cita porque estabais empezando en serio con los conciertos y por eso me habías compuesto y dedicado esa canción, para que si algún día yo te escuchaba de nuevo pudiera saber lo que sentías.
En ese instante supe que no volvería a separarme de ti nunca más, ni a perderme uno solo de tus conciertos.

- Y no lo has hecho.
- Hasta hoy.
- Hoy tienes excusa, de hecho no tendrías ni que haberte desplazado en tu estado
- Sabes lo mucho que disfruta el pequeño escuchando a su padre
- Tanto como su madre, a decir verdad siempre pensé que saldrías corriendo después de alguna gira, es una vida dura.
- Siempre has tenido poca fe.


" ..y si tú fueras mi artista yo sería tu equipaje
llevaría tu maleta y tu guitarra a todas partes,
y si tú fueras mi artista, pagaría los peajes,
sacaría dos billetes para no volver del viaje.. "
Esther