jueves, 1 de noviembre de 2012

This is Halloween

Muy buenas tardes. Mi nombre es Medea y estoy aquí para contar mi historia, o mejor dicho, la historia de mi familia.
Vivíamos en una granja cerca del río, disponíamos de un terreno muy extenso totalmente vallado. La casa no era demasiado grande, de una sola planta, y en ella habitábamos mis padres, mi hermana Circe y yo.
Hasta aquí podemos parecer una típica familia de ámbito rural, totalmente normales y corrientes... salvo por el hecho de que estamos todos muertos.

Hace mucho, mucho tiempo llegó a la ciudad una bruja llamada Jadis. Aunque me gusta pensar que en el fondo tenía buen corazón, como todas las brujas se mostraba egoísta, y utilizaba sus poderes para servirse a su antojo del resto de personas que se cruzaban en su camino.
Por desgracia para Jadis, y para el resto de nosotros, hay personas que sin poseer ningún don especial, pueden llegar a hacer mucho más daño que cualquier bruja del mundo. Este fue el caso de Albert, un hombre rudo y sin escrúpulos que conquistó el corazón de Jadis solo para hacerse con su poder.
Gracias a su mujer, y al temor que inspiraba el solo concepto de las brujas sobre toda la ciudad, Albert consiguió someter a todo el mundo bajo sus pies. Y cuando creyó que Jadis ya no le haría falta, la mandó encerrar de por vida en una celda, rompiéndole así el corazón.
La pobre bruja no podía entender cómo su amado la había estado utilizando de aquella forma. Allí encerrada pensó que más le valía estar muerta. A medida que pasaban los días pensaba más y más en la muerte.

¿Qué cómo se todo esto?. Pues verán, nosotros éramos una de tantas familias que en ese momento estábamos al servicio del malvado Albert. Mi hermana Circe, de tan sólo ocho años, era la encargada de llevar cada día, un trozo de pan y una jarra de agua a Jadis. Albert conocía el buen fondo de su mujer y pensó que si se lo encargaba a una niña, la bruja no intentaría nada contra ella, renunciando así a la posibilidad de escaparse.
De esta manera Circe se convirtió en el único contacto con la humanidad que conservaba Jadis. Con el paso de los días fueron entablando una pequeña amistad, aunque pueda parecer raro, no lo es tanto si tenemos en cuenta que les unía algo muy poderoso. El odio hacia Albert.

Un día, Jadis le confesó a mi hermana que estaba lista para morir, pidió que le bajara a la celda una gran olla donde poder hacer su último conjuro, y todos los ingredientes necesarios para elaborar el veneno que pondría fin a su existencia.
Circe le confesó que le apenaba despedirse de ella, pero aún así decidió colaborar con la bruja ya que, como le dijo en ese mismo momento: "es mucho mejor estar muerto que vivo, en estos tiempos que corren". Algo se iluminó entonces en el interior de la cabeza de Jadis, en ese momento se dio cuenta del verdadero daño que estaba haciendo Albert a todo el mundo, y eso era en gran parte, debido a los privilegios que ella le había otorgado. ¿De qué servía morir ahora?, ¿o pretender vengarse matándolo a él?. No, morir sería demasiado fácil, sería concederle un gran descanso. Y decidió hacer todo lo contrario.
Le indicó a la pequeña Circe unos cambios en la receta, alegando que quería asegurarse de que el veneno fuera lo suficientemente potente. No podía confesarle lo que estaba tramando, todavía no, debía asegurarse de que todo saliera bien.

La noche siguiente mi hermanita encontró la manera de colarse en la celda, llevando consigo todo lo que le había sido encargado el día anterior. Preguntó si podía quedarse a ver el conjuro, curiosa como cualquier chiquilla de su edad. Pero Jadis le indicó que era mejor que se marchara, por su seguridad.
Recuerdo perfectamente cómo llegó esa noche Circe a casa, estaba sudando, sus ojos estaban tristes pero en su boca se dibujaba una extraña sonrisa, quizás por los nervios. Se deslizó hasta su cama como pudo, y permaneció tumbada lo más quieta posible, pero no era muy difícil adivinar que no podría pegar ojo. Creo que sabía que había hecho algo malo.
De pronto unos rayos verdes y amarillos empezaron a colarse por la ventana. Al principio eran solo una pequeña luz, después se convirtieron en algo realmente intenso, cegador. Toda mi familia y yo salimos de casa para ver qué estaba ocurriendo, nos acercamos hasta las vallas de la granja y entonces pudimos verlo.

Se trataba de espíritus, auténticos muertos que habían vuelto a la vida y campaban a sus anchas sembrando el caos por toda la ciudad. No me refiero a lo que vosotros entendéis como fantasmas, ni zombis, ni nada parecido. Se trata de espíritus, pueden adoptar formas de todo tipo, algunos solo son una pila de huesos tambaleándose, otros tienen forma de cuervo, otros pueden ser solo una pequeña llama... pero todos igual de peligrosos. Si te atraviesan, solo con que pasen por tu lado, sentirás un aire gélido calando todos tus huesos... hasta convertirte en uno de ellos.
No hace falta decir que en ese momento nosotros no sabíamos nada de eso, tan solo estábamos aterrados por el espectáculo que se presentaba delante de nuestros ojos. Uno de los espíritus, uno con forma de pájaro enorme, lleno de plumas negras pero con el cráneo de calavera. Se acercó a la valla, venía directo hacia nosotros, quería atacarnos. Nuestros padres nos abrazaron, tratando de protegernos y esperando el momento del impacto, pero el pájaro chocó contra una especie de muro invisible y dio media vuelta.
No podíamos entender nada.

Justo en ese momento aterrizó a unos metros de nosotros Jadis, que había venido volando con su escoba.
Nos explicó que había decidido realizar este conjuro para castigar a Albert, para que sufriera en vida, y destruir de paso todo el imperio que había construido a costa de aprovecharse de su amor. Se disculpó por el revuelo que había montado y nos dijo que no duraría mucho tiempo, ya que en unas horas amanecería y en ese momento los muertos desaparecerían... hasta las doce de la noche siguiente. Nos explicó también, y volvió a disculparse por ello, que nosotros también estábamos muertos, pero que a diferencia del resto nos había hechizado para que pudiéramos vagar bajo la luz del sol, conservar nuestras formas de humanos, y además, había protegido nuestra parcela con un campo invisible para que no pudieran molestarnos.
También tendríamos la libertad de poder abandonar la ciudad si quisiéramos, cosa que el resto de muertos no podían hacer.
Todo esto se debía a la gratitud que sentía por la pequeña Circe, que se encontraba llorando de alegría al saber que Jadis seguía con vida. El resto no dábamos crédito a lo que estaba ocurriendo.
Nos confió también una rosa, nos dijo que era lo que sostenía el hechizo en pie y que debíamos cuidarla y protegerla. Cuando ella muriese la rosa se marchitaría y entonces nadie sabía muy bien lo que podía pasar.

Así hemos pasado los últimos doscientos años de nuestra existencia, tratando de hacer una vida normal en la granja, ajenos a lo que pasaba en el exterior pero sin dejar de documentarnos para entender mejor el hechizo. Nunca intentamos marcharnos, creo que lo hicimos por Circe, porque se sentía responsable de lo sucedido y quería asegurarse de que no se extendía a otros pueblos o ciudades.
Pero ahora la rosa se está secando, esto se debe a que la vida de Jadis ha llegado a su fin. Con ello, el escudo que nos protegía se ha ido haciendo cada vez más débil y nos hemos visto forzados a abandonar nuestro hogar. Además los muertos han ido dispersándose, avanzando al quedar libres de las barreras que hacían imposible su huida de la ciudad. Eso solo puede significar que contagiarán a más gente, e irán creciendo en número.

En resumen, he venido hasta aquí para advertirles.
Hemos llegado a la conclusión de que esta noche, 31 de Octubre, los espíritus llegarán a su ciudad.
Es por eso que, es de suma importancia que se queden en sus casas, que no salgan, ni hoy ni nunca, a partir de la medianoche.
Porque si lo hacen... bueno, quien sabe qué terroríficas criaturas podrían encontrarse.
Quedan avisados.


Esther

jueves, 20 de septiembre de 2012

Momentos


Como siempre voy escuchando viejas canciones, algunas de ellas demasiado gastadas de tanto oírlas. De vez en cuando no puedo evitar presionar el botón y cambiar de tema.
Mientras tanto voy pensando en mis cosas... qué haré cuando llegue a casa, planes para el día siguiente, o incluso para los próximos meses.

De repente un parpadeo naranja llama mi atención. Destaca por encima de todas las luces de la ciudad, del resto de vehículos y de los semáforos. Mis ojos van directos al retrovisor, una ambulancia trata de abrirse paso entre el abundante tráfico.

En ese momento,  y durante unos segundos más tarde, es como si todo quedase en silencio. Los conductores nos sincronizamos y abrimos un pasillo para que pueda seguir su camino. Una parte de mi piensa que es como dejar paso a la muerte, o a la tragedia, que una vez más le ha tocado a otro.

Después supongo que todos agarramos un poco más fuerte el volante, que ponemos los cinco sentidos en la carretera, que…

Vuelvo a pasar de canción.

Esther

sábado, 4 de febrero de 2012

Sueños

No poder dormir puede volverte loco, la ausencia de sueño es un gran problema.
El exceso también.

Jimmy era un niño al que le encantaba dormir, y no es que fuera un perezoso, al menos no del todo. Lo que pasa es que se sentía fascinado por el mundo de los sueños, tan distinto al nuestro.

Cada noche, o incluso a la hora de la siesta, cerraba los ojos y abría una puerta hacia un nuevo espacio: primero fue un gran parque de atracciones, luego la fábrica de gominolas, tiempo más tarde los piratas..., y un larguísimo etcétera.
No solamente disfrutaba soñando, sino que había llegado a un punto en el que Jimmy sentía que tan solo era feliz cuando se sumergía en lo que él veía como un mundo paralelo al nuestro. Poco a poco fue sintiéndose más, y más atraído por él, hasta que tuvo que tomar la gran decisión de su vida.

Con ocho años decidió que dormiría para siempre. ¿Por qué debía despertar?, ¿acaso no era más feliz soñando?, entonces ¿por qué tenía que abrir los ojos y hacer pedacitos algo tan maravilloso?. ¡Y siempre en el mejor momento!, no era nada justo.
Así fue como la noche del 3 de febrero de 2012, Jimmy se fue a la cama con la intención de no volver a despertarse nunca más. Para ello se puso su mejor pijama, se despidió como nunca de su mamá, puso una silla detrás de su puerta asegurándose de que nadie interrumpiría su sueño, y se quedó dormido.

Al principio todo iba bien, cuando notaba que un sueño iba llegando a su fin, se esforzaba por crear otra historia, otro escenario, y así seguir disfrutando. De esa manera vivió cientos, ¡miles de aventuras!. Además poseía todo aquello que deseaba, cualquier capricho propio de los niños de su edad era suyo al instante. No existían los horarios, ni relojes, era libre.
Dentro de su mundo tenía muchos amigos imaginarios que le acompañaban en sus aventuras, y con los que era difícil aburrirse. Pero aún así, Jimmy no podía evitar echar de menos a su familia, y acordarse de ellos de vez en cuando. Se preguntaba qué estarían haciendo.
Era difícil saber con exactitud cuánto tiempo llevaba durmiendo, ya que eso es algo muy relativo cuando se trata de los sueños, pero estaba seguro de que era mucho, muchísimo. ¿Demasiado?

La idea empezó a atormentarlo, un día, mientras paseaba por las nubes, se encontró con una anciana que le resultaba muy familiar. Se acercó a él y le pidió por favor que volviera. Jimmy no entendía nada, ¿quién era esa mujer?.
"Soy tu madre, ni te imaginas el tiempo que llevas dormido, los años que han pasado, lo que te has perdido... el aspecto que tienes ahora. Pero mírate, aquí sigues siendo un niño..., escúchame cariño, tienes que volver."
Jimmy apenas podía creer lo que estaba oyendo, era imposible.
"¡No te creo!. En mis sueños solo mando yo, así que ¡vete!"
Y la mujer desapareció.

Pasó mucho tiempo más pero Jimmy era incapaz de olvidar las palabras de su madre. Eso hizo que poco a poco sus sueños fueran cada vez más estáticos, aburridos. Incluso empezó a tener pesadillas.
Su principal temor era un reloj de bolsillo gigante, que iba persiguiéndoles a él y sus amigos. Poco a poco fue engullendo a todos, hasta que se quedó solo.
No podía parar de pensar en la posibilidad de que se hubiera hecho mayor mientras dormía, y el reloj avanzaba "tic-tac", ¿cuánto le quedaría de vida?, volvía a avanzar "tic-tac", ¿era posible que ya estuviera muerto?, "tic-tac".
Se acabó, tenía que despertar, pero había olvidado cómo hacerlo. El reloj seguía avanzando hacia él, que ya se había dado por vencido. Se sentó en el suelo, y mientras esperaba su momento no podía parar de llorar.

Así fue como abrió los ojos, empapados en lágrimas. Se miró rápidamente las manos, todo parecía normal.
Buscó con la mirada el despertador digital de su cuarto, eran las 11 de la mañana del 4 de febrero de 2012...


"Y los sueños,
sueños son."
Esther