viernes, 18 de noviembre de 2011

Ying y yang

Mi cama tiene un lado que siempre está frío,
de pena, de llantos, de miedo y espanto,
de monstruos, de trampas y algunos fantasmas,
de dolor, de soledad, de sufrimiento contenido,
de incertidumbre... y de luchar contra el destino.

Mi cama tiene un lado que siempre está caliente,
de amor, de cariño, de noches ardientes,
de abrazos, de futuro, y también de presente.
De soñar con la locura y despertar queriendo más,
de besos, de recuerdos, y algo de amistad...


Y ahora dime, ¿en qué lado quieres estar?

Esther

lunes, 14 de noviembre de 2011

La princesa

Janet llevaba viviendo en el mismo barrio desde que era pequeña y aun así, cuando salía a la calle no se encontraba con rostros familiares, sino todo lo contrario. Todo el mundo le parecía extraño, hostil, algo con lo que más valía tener cuidado.
Hacía tiempo que no sabía nada de su familia pero no le importaba. Bueno, en realidad sí le importaba, pero no podía hacer nada al respecto, así que más le valía no pensar demasiado en ello. Al menos tenía bien claro quien era el culpable.
Sí, el interior de Janet estaba lleno de odio, tal era su desprecio que, aunque ella no se diera cuenta, eso le afectaba en cada día de su solitaria vida. Esa es la razón por la cual, a pesar de ser una mujer muy atractiva, nunca había estado con ningún hombre. Era algo que simplemente no le interesaba.
Su infancia en cambio fue todo lo contrario, era la pequeña princesa de la casa, hija única de un matrimonio joven y adinerado que no dudó nunca en darle todo lo que necesitara... y lo que no también. No hubo un pequeño capricho que no pudiera conseguir. Eso y todo el cariño de sus padres, en especial de su madre, de la que no se separaba nunca, hacía que se sintiera la niña más feliz del universo.
Hasta que llegó él, dispuesto a trastocar todo su mundo, dispuesto a robarle todo lo que tenía.
La pequeña Janet solo hizo lo que TENÍA que hacer, y jamás se sintió arrepentida por ello.

La mañana del sábado podía haber sido como otra cualquiera, haría unos cuantos recados y compras para la semana, y pasaría la tarde y noche leyendo un libro, o disfrutando de alguna antigua película en blanco y negro. Empezó recogiendo un paquete en correos, era de unas compras que había hecho por internet, no es que nadie fuera a acordarse de ella.
Y entonces sucedió, allí estaba él, justo detrás del mostrador, trabajando. No podía creerlo, casi se queda sin respiración al verle. Era como ver a un muerto viviente, un antiguo fantasma del pasado que volvía para atormentarla. No era posible, había acabado con él, debía tratarse de otra persona, tan solo un pequeño parecido... . Puede ocurrir.
¿Pero con tal exactitud?... y era un poco más joven que ella, todo encajaba. Pasaron tan solo unos segundos desde que entró a la oficina, hasta el momento en el que fue atendida, pero a ella le pareció eterno.
Estaba aterrorizada y la vez sentía una fuerte atracción por esa persona.
Un cruce de miradas, un roce de manos... ¿Brian?, ¿así es como se llama?, quedemos esta noche, me gustaría conocerte.
Ya no hay marcha atrás.

Casi sin darse cuenta, tras horas de reflexión y de intentar calmarse, se hacen las ocho de la tarde y allí está él, plantado en su puerta como un caballero.
El principio de la noche es catastrófico, casi no saben de que hablar así que se entretiene odiando. Como hizo siempre, es gracioso como la historia se repite una y otra vez, acaba de conocerle y ya le odia, ¿o acaso ya le odiaba?, le resulta tan familiar...
Brian se retira al servicio, no pasa nada ya no está nerviosa. Ha tomado una decisión, lo tiene claro, pero algo extraño ocurre cuando vuelve.
El resto de la cena es todo lo contrario, están mucho más animados, se divierten juntos, incluso llega a reírse con alguno de sus comentarios. Maldita sea, es cálido, es una sensación tan bonita poder estar así con alguien. Así es como habría sido realmente, no podía ni imaginárselo. Ya era tarde.

Al final de la noche le invita a subir a su apartamento, no está dispuesta a dejarlo escapar. Como excusa no hace falta mucho, algo tan típico como tomar una última copa, el pobre infeliz no sabe lo que le espera.
Se ofrece voluntario para servir la siguiente ronda, perfecto, aprovecha ese momento para sacar el viejo revólver de su padre de uno de los armarios. El arma parecía sediento de sangre después de tanto tiempo olvidado. Sus deseos se harían realidad.
Con el primer beso encuentra el momento perfecto, coloca el cañón en el costado de Brian. Algo en su mente le pide que no lo haga, en realidad le gusta, se lo ha pasado bien, con él ha podido sentirse "como en casa" después de tanto tiempo... pero no puede permitir que nada la frene.
El sonido del disparo calla todos sus pensamientos de golpe, en el silencio que le precede una única imagen viene a su mente, las manos de una niña alrededor del cuello de un bebé.
Podían haber sido felices, podía haber querido a su hermano... pero la pequeña Janet solo se quería a si misma.

"Make love,
not war."
Esther

El incontenible deseo de escribir

De repente y sin saber por qué... ha vuelto.

He vuelto.

Esther