lunes, 29 de junio de 2015

La reina de corazones

Era una calurosa noche de verano, la playa parecía el único lugar en el que se podía estar. Las terrazas del paseo estaban abarrotadas de gente, en la arena muchas parejas se acariciaban tumbados sobre las toallas y observando el cielo estrellado. En resumen, una noche cualquiera.
Pero en mitad de aquel paisaje y sin que el mundo pareciese advertir su presencia, ni ella la presencia del mundo, había una chica que parecía bastante alterada. Ni siquiera la brisa marina a esas horas podía secar su sudor, llevaba horas y horas buscando por la arena, sin descanso. Estaba exhausta y empezó a marearse. Cayó rendida en la arena y cubriéndose el rostro con las dos manos empezó a sollozar.

Él llevaba tiempo observándola, estaba reunido con unos amigos, tomando algo en una terraza del paseo marítimo, y desde allí no podía parar de preguntarse qué haría una chica tan guapa como ella, sola a esas horas. Además parecía realmente inquieta, no paraba de dar vueltas de un lado para otro. Cuando la vio caer no dudó en acercarse para ver qué le pasaba.

-Hola... .

Ella pareció no haberle oído.

-Esto... ¡hola! ¿te encuentras bien?.

La chica se sobresaltó un poco al darse cuenta de que se dirigía a ella. Se secó las lágrimas rápidamente y se incorporó ligeramente, quedando sentada en la arena.

-Sí, estoy bien. Gracias.
-Es que... perdona la intrusión, pero no lo parecías.

Se sentó a su lado, aunque guardando las distancias para no hacerla sentir incómoda.

-Llevo un rato observándote y parece que estás buscando algo. ¿Has perdido alguna cosa?.
-Sí -se puso realmente seria-, así es.
-¿Cómo te llamas?
-Álex.
-¿Álex? es un nombre raro para una chica.
-Eso díselo a mis padres...-rieron juntos.
-Bueno Álex, yo me llamo Pedro. Sería un placer ayudarte en tu búsqueda.

Dijo esto mientras se levantaba, y le tendió la mano para ayudarle a incorporarse a ella también.

-Te lo agradezco muchísimo, de verdad, pero no es necesario. No quiero causarte molestias.
-¿Bromeas?. Mira -se giró y señaló a la terraza donde estaba sentado antes-, aquellos son mis amigos y ni parecen haberse percatado de que me he marchado. Puedes estar tranquila, además si puedo, me encantaría ayudarte a encontrarlo.

Ella se quedó en silencio.

-Así que dime, ¿de qué se trata?, ¿las llaves?, ¿algún pendiente?, ¿algo de valor?
-No...  se trata de algo un poco más complejo.
-Dime.
-Me da un poco de vergüenza... .
-No seas tímida, te prometo que no saldrá de aquí.
-Está bien -dijo suspirando-. Estoy buscando... mi corazón.
-¿Qué?
-Mi corazón -repitió, un poco más alto.

Esta vez el que permaneció en silencio fue él.
Su primera reacción fue pensar que le estaba tomando el pelo, pero al ver la expresión de angustia de su rostro, y recordar cómo había estado buscando de desesperada, corriendo de un lado a otro de la playa, supo que hablaba en serio. Aún así no se atrevía a pronunciar una palabra, en parte por miedo a meter la pata, en parte porque no sabía qué decir.

-Se que puede parecer una locura, pero te juro que es cierto. Lo he perdido... y noto que se me acaba el tiempo.
-¿Te vas a morir?.
-¿Se puede vivir sin corazón?. La verdad es que no lo se. Lo único que noto es que cada vez siento menos...como si una llama que no sabía ni que existía, se estuviera apagando dentro de mí.

Pedro no entendía nada, pero sabía que tenía que ayudarla.

-¿Y por qué lo buscas aquí?. ¿Crees que fue aquí donde lo perdiste?.
-Sí, estoy casi segura.
-¿Por qué?
-Bueno aquí fue la última vez que realmente sentí algo -intentó ordenar sus pensamientos antes de continuar-. Verás, hace un par de noches, mi novio... bueno ahora mi ex-novio, cortó conmigo. Fue aquí, en este trozo de playa. Cuando estuve lista para marcharme, tuve esa sensación, ¿sabes?. Como cuando notas que algo se te cae. Me giré y desande unos cuantos pasos... pero no vi nada extraño. Así que me marché, tenia otras cosas en las que pensar.
-¿Y después?
-Desde entonces noto que me estoy apagando. Tuvo que ser aquí, estoy segura.

Ahora parecía realmente convencida de lo que estaba diciendo.

-Está bien, te creo. Vamos a buscarlo juntos, peinaremos la zona.

Pasaron toda la noche buscando sin ningún éxito. Empezaba a amanecer y las máquinas de los servicios de limpieza ya habían empezado a hacer su trabajo. Encontrarlo a estar alturas ya se había convertido en una misión imposible.
Álex volvió a caer rendida sobre la arena. Se sentó mirando al horizonte, observando el sol cada vez más alto. Pedro se sentó a su lado.

-¿Cómo te sientes?
-¿Perdona?, no te entiendo.
-¿Estás bien?
-... no lo se. No siento nada.

Pedro podía notar la diferencia con solo mirarla, en unas horas había pasado de tener una cara de preocupación, y de estar llorando. A tener una extraña expresión en el rostro que realmente no reflejaba nada. Como si estuviese vacía por dentro.
Le entraron escalofríos, no podía soportar más la situación.

-Lo siento pero... es tarde, o pronto. No se, el caso es que... tengo que irme.

Silencio.

-¿Me has oído?.
-Se puede vivir sin corazón.

Esta vez no era una pregunta.

-¿Qué estás diciendo?, ¿ya estás mejor?.
-No se a qué te refieres, no se si es mejor, peor, bien, o mal. Solo se que ahora todo está en silencio.

Así permanecieron ellos durante unos instantes, hasta que Alex prosiguió.

-Ahora me doy cuenta de la cantidad de personas que he conocido en mi misma situación, hay mucha gente sin corazón en el mundo. No se si lo habrán perdido, se lo habrán robado, o si lo habrán vendido a cambio de una posición, o bienes materiales. Pero ahora entiendo muchas cosas, y definitivamente puedo afirmar que prefiero estar así. Ahora todo está en silencio.

Pedro no entendía nada, pero no quería seguir escuchando. Se levantó y se alejó lo más rápidamente posible.
Cuando ya casi estaba en el paseo marítimo le pareció que se le caía algo, se giró y no vio nada. Se llevó las manos a los bolsillos, palpó las llaves, el movil, la cartera... estaba todo.

¿Estaba todo?.

Levantó lentamente la mano derecha, temblando, casi no se atrevía a hacerlo pero tenía que comprobar... se la puso en el pecho, justo donde debía estar su corazón y... nada. Solo el más absoluto de los silencios.

Volvió corriendo a la playa, buscándola  a ella. Necesitaba ayuda, necesitaba... pero allí no había nadie.
Le pareció divisarla a lo lejos, un detalle llamó su atención. Llevaba algo colgando de su cuello, una cadena de plata con un corazón. ¿Lo había tenido todo el tiempo?, estaba seguro de que no.
Quiso correr hacia ella, quiso gritar, quiso hacer algo. Pero no hizo nada.
Ahora todo está en silencio.


Esther