sábado, 4 de febrero de 2012

Sueños

No poder dormir puede volverte loco, la ausencia de sueño es un gran problema.
El exceso también.

Jimmy era un niño al que le encantaba dormir, y no es que fuera un perezoso, al menos no del todo. Lo que pasa es que se sentía fascinado por el mundo de los sueños, tan distinto al nuestro.

Cada noche, o incluso a la hora de la siesta, cerraba los ojos y abría una puerta hacia un nuevo espacio: primero fue un gran parque de atracciones, luego la fábrica de gominolas, tiempo más tarde los piratas..., y un larguísimo etcétera.
No solamente disfrutaba soñando, sino que había llegado a un punto en el que Jimmy sentía que tan solo era feliz cuando se sumergía en lo que él veía como un mundo paralelo al nuestro. Poco a poco fue sintiéndose más, y más atraído por él, hasta que tuvo que tomar la gran decisión de su vida.

Con ocho años decidió que dormiría para siempre. ¿Por qué debía despertar?, ¿acaso no era más feliz soñando?, entonces ¿por qué tenía que abrir los ojos y hacer pedacitos algo tan maravilloso?. ¡Y siempre en el mejor momento!, no era nada justo.
Así fue como la noche del 3 de febrero de 2012, Jimmy se fue a la cama con la intención de no volver a despertarse nunca más. Para ello se puso su mejor pijama, se despidió como nunca de su mamá, puso una silla detrás de su puerta asegurándose de que nadie interrumpiría su sueño, y se quedó dormido.

Al principio todo iba bien, cuando notaba que un sueño iba llegando a su fin, se esforzaba por crear otra historia, otro escenario, y así seguir disfrutando. De esa manera vivió cientos, ¡miles de aventuras!. Además poseía todo aquello que deseaba, cualquier capricho propio de los niños de su edad era suyo al instante. No existían los horarios, ni relojes, era libre.
Dentro de su mundo tenía muchos amigos imaginarios que le acompañaban en sus aventuras, y con los que era difícil aburrirse. Pero aún así, Jimmy no podía evitar echar de menos a su familia, y acordarse de ellos de vez en cuando. Se preguntaba qué estarían haciendo.
Era difícil saber con exactitud cuánto tiempo llevaba durmiendo, ya que eso es algo muy relativo cuando se trata de los sueños, pero estaba seguro de que era mucho, muchísimo. ¿Demasiado?

La idea empezó a atormentarlo, un día, mientras paseaba por las nubes, se encontró con una anciana que le resultaba muy familiar. Se acercó a él y le pidió por favor que volviera. Jimmy no entendía nada, ¿quién era esa mujer?.
"Soy tu madre, ni te imaginas el tiempo que llevas dormido, los años que han pasado, lo que te has perdido... el aspecto que tienes ahora. Pero mírate, aquí sigues siendo un niño..., escúchame cariño, tienes que volver."
Jimmy apenas podía creer lo que estaba oyendo, era imposible.
"¡No te creo!. En mis sueños solo mando yo, así que ¡vete!"
Y la mujer desapareció.

Pasó mucho tiempo más pero Jimmy era incapaz de olvidar las palabras de su madre. Eso hizo que poco a poco sus sueños fueran cada vez más estáticos, aburridos. Incluso empezó a tener pesadillas.
Su principal temor era un reloj de bolsillo gigante, que iba persiguiéndoles a él y sus amigos. Poco a poco fue engullendo a todos, hasta que se quedó solo.
No podía parar de pensar en la posibilidad de que se hubiera hecho mayor mientras dormía, y el reloj avanzaba "tic-tac", ¿cuánto le quedaría de vida?, volvía a avanzar "tic-tac", ¿era posible que ya estuviera muerto?, "tic-tac".
Se acabó, tenía que despertar, pero había olvidado cómo hacerlo. El reloj seguía avanzando hacia él, que ya se había dado por vencido. Se sentó en el suelo, y mientras esperaba su momento no podía parar de llorar.

Así fue como abrió los ojos, empapados en lágrimas. Se miró rápidamente las manos, todo parecía normal.
Buscó con la mirada el despertador digital de su cuarto, eran las 11 de la mañana del 4 de febrero de 2012...


"Y los sueños,
sueños son."
Esther

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